Dado que mi orientación profesional y personal me permite
vislumbrar la sexualidad en el ámbito relacional cotidiano, desde hace tiempo
me surge como necesidad poner palabras (aquí brevemente) a la utilización de la
sexualidad como otra manera de querer ser especial para el otro, como defensa
de necesidades insatisfechas y como excusa para la desvinculación afectiva
cuando una de las necesidades básicas de las personas es la de relacionarse
íntimamente… entrar en contacto íntimo.
Una genuina
intimidad implica vinculación afectiva profunda, una cercanía existencial y un
mutuo conocimiento (María
Ladi Londoño, 2002). Esta intimidad puede incluir la vivencia de la sexualidad
o no.
La vida sabiamente ha sabido crear la sexualidad, el erotismo (el placer), el amor y la ternura, lo ha hecho para sí misma, para darle vida a la vida, para vitalizar la existencia humana.
Son variados los
sentidos y órganos sensoriales que tenemos, sin embargo usamos unos pocos en el
ejercicio del erotismo. Tenemos un inmenso potencial sensorial y sensual por
desarrollar, experimentar y vivenciar. Hemos confundido erotismo con
sexualidad. El erotismo es la capacidad de placer, de gusto, que tenemos los
seres humanos. Un placer que alimenta la vida personal y relacional.
Por otra parte, hemos
aprendido ha vivir la sexualidad de una forma prácticamente genitalizada, si no
del todo. El exceso de excitación que vivimos por momentos en el cuerpo
producto de la estimulación erótica es descargado genitalmente.
Pareciera ser que
los genitales fuesen la única parte de nuestro cuerpo y los únicos órganos
sensitivos que tuviésemos para vivir la sensualidad y el erotismo. Hemos
aprendido a vivir la sexualidad en medio de un culto sobre valorado al
ejercicio de una genitalidad orgásmica. Tener sexo no garantiza intimidad, por el
contrario, en muchas ocasiones pasar por la cama es una manera de garantizarse
no intimar.
Una buena parte de las parejas a pesar de llevar muchos años teniendo sexo y conviviendo juntos no logran construir intimidad, dimensión importante para construir amor. La intimidad va más allá de la compenetración física de dos cuerpos con sus genitales. La intimidad es una dimensión más amplia donde, insisto, la genitalidad puede incluirse o no.
Erotizar, amar y ternurizar son ingredientes
para la construcción de intimidad…
Hay una clave en la construcción de la
intimidad, la clave está en mostrarse… dejarse ver, abrirse y solo abiertos…vulnerables,
las personas pueden dejarse tocar y tocar al otro… y esto más allá del cuerpo, se trata
de dejarse tocar el corazón…
Aunque nos hayamos encontrado en la tristeza,
el dolor, el desasosiego, la soledad o la alegría, la caricia, el deseo sexual…
sea lo que sea, el encuentro es lo que nos une y nos da la vivencia de que la
vida es inmensa…
Nacemos con un
inmenso potencial para amar, ternurizar, erotizar y sexualizar, pero estos
potenciales son sensibles al aprendizaje y la educación y dados los
condicionamientos familiares y sociales (la neurosis personal y social) se ha
penalizado la vivencia erótica (que gusto verte!) y se la ha confundido con el
deseo sexual (Me gustas para llevarte a la cama) y con el amor romántico también
(me he enamorado)… Con toda esta confusión parten dos salidas: la inhibición
(rechazo del contacto)… o lo contrario, la expresión genital como respuesta
unitaria frente a cada relación. A pesar de la diferencia en la conducta, ambas
respuestas parten de una real inhibición y contención. Contención del deseo
genuino de contacto íntimo (tierno y erotizado) con los otros.
Por vivencias infantiles que en la mayoría de
los casos son inconscientes, la genitalidad puede transformarse en esa
respuesta unitaria a través de la cual la persona se siente especial para el
otro. Tanto por exceso como por defecto.
A veces la sexualidad ha sido el único modo en que aprendimos (o nos limitamos)
a sentirnos valiosos para ser queridos.
Podemos ver como la ansiedad que invade el cuerpo que se excita comprometiendo la motricidad, se transforma en agresividad o en hiperactividad; o en pánico al abandono que lleva a buscar la proximidad física como la única forma de equilibrar el sentimiento deindefensión, o el déficit de cuidados que obligan a un repliegue sobre mí mismo y generan aislamiento y rechazo al contacto propio.
O sea, fallas en la
regulación organísmica y relacional que generan un exceso de distintas
ansiedades:
Autoconservativas:
desamparo, pánico y temores a la integridad física
De apego: separación y
abandono
Narcisistas: humillación, vergüenza
Sexuales: excitación
…Y pasamos al acto sin conciencia
de la verdadera necesidad y de cómo satisfacerla.
No será posible
una persona o sociedad saludable si su gente no sabe amar, ternurizar, erotizar
y sexualizar, si la misma sociedad no institucionaliza una educación que
integre cuerpo, emoción, mente y conciencia… que desarrolle estas
potencialidades.
Hace falta una
educación que forme para SER y que facilite el desarrollo de este
potencial. Vivimos en una pobreza y analfabetismo emocional relacionado con lo
erótico, el amor y la sexualidad. Hará falta apostar a la formación de seres
humanos que aprendan a amar íntegramente.
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