Extracto de "El fin de la transferencia y el comienzo del amor" de Juan Pablo Carrillo Hernández
“En el mundo del Otro, la alteridad se
experimenta bajo las impresiones engañosas de la completud, la comprensión, el
entendimiento y a veces incluso bajo la promesa del amor infinito e
incondicional. El señuelo del Amor es poderoso en el mundo del Otro porque, a
cambio, antes de que el sujeto descubra su capacidad de desear, su propio
impulso de vida, antes de que se reconozca como sujeto deseante, el Otro impone
su propio deseo, limita esa condición de sujeto que desea a desear sólo dentro
de los límites de ese mundo.
El Otro, quizá, no miente: su Amor es infinito y
es incondicional, pero sólo en las coordenadas de ese mundo, sólo bajo esas
condiciones. Fuera de ahí, la realidad es otra.
XII
La experiencia terapéutica puede mirarse como una
preparación para el des-encuentro con el otro, esto es, para salir de una forma
de relacionarse con la alteridad basada en la expectativa de acuerdo,
comprensión y acaso incluso de cierto grado de devoción.
La experiencia psicoanalítica hace ver al sujeto
que con el otro se encuentra siempre en diferencia, en desequilibrio y,
eventualmente, también en desacuerdo y en conflicto.
XIII
Los padres creen conocer a sus hijos y de tanto
en tanto les transmiten esa suposición: “¿Quién puede conocerte mejor que
yo?”, “Te conozco como la palma de mi mano”, “Te conozco mejor que tú mismo”,
etcétera.
El sujeto supone que el Otro lo conoce, que sabe
algo de sí que él mismo ignora. Ese es el fundamento de la transferencia en
psicoanálisis. El sujeto llega al consultorio como llega a todos los
lugares: llevando a su Otro a cuestas, al “sujeto del supuesto saber”
según la fórmula lacaniana, a quien por un tiempo sienta en el sillón
del Analista –sin darse cuenta–.
Habla con el Otro, discute, rebate, cuestiona sus
mandatos, se pliega a sus órdenes, se rebela, le teme, se alza de nuevo contra
él, lo interroga, lo mira, lo escucha, aprende a conocerlo, lo mira más de
cerca, lo escucha mejor…
Hasta que un día la máscara del Otro se quiebra,
sus pies de barro se desmoronan y la estatua tremebunda cae.
El sujeto ve entonces, ahí donde estaba habituado
a encontrar al Otro, a nadie más que a su analista: un otro, un semejante,
alguien que nunca le prometió nada, ni amor incondicional ni comprensión ni
consejo ni ayuda. Alguien que únicamente lo escuchó y lo acompañó y que aun con
esto que al principio parecía poco, fue más que suficiente para entablar una
relación.
Una relación con otro fuera de los lineamientos
que alguna vez pareció fijar el Otro. Una relación distinta, diferente. Una
relación con otro establecida también de otra manera.
XIV
La experiencia terapéutica es una preparación
para ir al encuentro del otro a sabiendas de que ese encuentro es en realidad,
siempre, un desencuentro: no es en el otro donde el sujeto encontrará
comprensión, entendimiento, etc.; posiblemente sí escucha, compañía, pero nada
más, no puede esperar nada más que eso –que es más que suficiente–. En una
palabra: del otro, el sujeto no puede esperar Amor.
Pero, a cambio, en el proceso de análisis ha
descubierto algo más. El sujeto se da cuenta de que ha dejado de ver al Otro
como objeto de amor y que él mismo ha salido de ese lugar de veneración inmóvil
en donde se encontraba con respecto al amor.
Como ha señalado Slavoj Zizek siguiendo a Lacan,
cuando el sujeto se da cuenta de que el otro no puede darle lo que pide, porque
no lo tiene, no hay otro movimiento posible más que pasar de ser objeto de amor
a convertirse en sujeto de amor.
XVI
El fin de la transferencia es el fin de la
obligación de Amor con el Otro y el comienzo de la posibilidad de amar a
alguien más, de otras maneras.
XVII
¿Estamos aquí para ser objetos de amor o
devoción? Quizá el propósito de la existencia sea convertirnos en sujetos de
amor, es decir, en sujetos no en espera de ser amados, sino capaces de amar, de
hacer del amor una acción, una disposición, un salir al encuentro."
Que tengas un buen día…
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