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La resignación y las crisis personales


En mi conformidad oronda me diluyo
El afán no me invita al movimiento
Soy feliz sin saber ni lo que siento
Me adormezco al oír de la brisa su arrullo

I. Caparrós
Un día surge una pregunta. Algo o alguien hace de detonante y nos despierta. Algo empieza a quebrarse y duele. Sin embargo, por esa fractura del “sistema establecido” se empieza a oler a vida nueva.

Vivimos dormidos. Resignados sin darnos cuenta a lo que nos toca vivir por historia familiar, por cultura social, por norma. Acomodados en un quehacer cotidiano que lo sentimos como seguridad, ya que así crecimos. Seguir el patrón nos da un sentimiento de pertenencia que es esencial para sobrevivir y desarrollarnos, aunque el precio sea muy alto.

La inconsciencia o desconexión de uno mismo es inevitable frente a la frustración que da el encuentro con el límite. Sin embargo, crecemos y con nuestro crecimiento también se desarrollan nuevos recursos, se amplían límites. Pero ya no probamos alternativas, repetimos el mandato, la tradición y se hace automático...

En esa repetición de la rutina aprendida u obediencia/rebeldía a las pautas familiares/sociales seguimos reproduciendo la desconexión. Desconexión que trae como consecuencia un estado de pseudo felicidad.

Claudio Naranjo lo explica así: “Tanto la autoalienación como la sobreadaptación abne­gada implican resignación, una renuncia a sí mismo, una abdica­ción de sí mismo y de la vida. Es como si el individuo adoptara una estrategia de jugar a estar muerto para permanecer vivo (convirtiéndose trágicamente en un muerto en vida, en nombre de la vida).”

Las propias necesida­des quedan olvidadas, la persona se contenta con lo que hay y renuncia a la defensa de los propios derechos.

“Al vivir simbióticamente, vive de forma vi­caria. Podría decir: «yo soy tú, luego existo» -donde el «tú» puede ser una persona querida, una nación, un partido político, incluso un equipo de fútbol...

Aunque la abnegación compulsiva se desarrolla en parte como una respuesta al impulso de pertenencia, también actúa como una función de compensación del vacío interior: «existo porque puedo hacer», «existo porque puedo ser útil».”

La resignación siempre se juega al ritmo de la utilidad, al fin y acabo, el resignado se trata sí mismo como un objeto en función de... que va poco a poco llenandose de un sutil resentimiento al que tendrá que dar salida de forma también sutil para no distorcionar la imagen de util y bueno que necesita dar para sentirse querido.

Lo rico de estos momentos en los que despertamos es que, aunque durante un tiempo estemos dando tumbos sin saber que queremos, ni cómo hacer, tiempo de probar alternativas y equivocarnos,  llega un momento en que comenzamos a conectar.

Nuestras necesidades comienzan a ser más obvias, reconocemos el derecho natural de satisfacer nuestros deseos y de trabajar para verlos cumplidos.

Este proceso de maduración pasa, sintéticamente, por las siguientes fases:

  1. Percibir sensaciones en el cuerpo
  2. Reconocer lo que necesitamos/deseamos o lo que no queremos
  3. Llenarnos de energía para ir hacia lo que queremos o para evitar lo que no queremos
  4. Ir hacia lo que queremos o alejarnos de lo que nos hace daño
  5. Entrar en contacto y relacionarnos con lo que queremos
  6. Descansar satisfechos

De este modo, la inconciencia de uno mismo comienza con la desconexión de nuestras necesidades más profundas como personas. Si esto no lo conozco, vivo sin vivir (aunque aparentemente no tenga ningún problema).

Es importante que haga una aclaración: la resignación es diferente de la aceptación. La aceptación es un rendirse a lo que realmente sucede en mí, la resignación es olvidarme de mí y someterme a algo que viene de afuera (o que esta adentro como un implante,  es decir, que no me pertenece).

Entonces, el primer paso: tomar conciencia. Sé lo que necesito. Ahora ¿que hago? La opción de quien se resigna es frustrarse a sí mismo una y otra vez ¿Por qué?, entre otras cosas: por miedo. Se teme profundamente que al dejar de cumplir con el mandato familiar uno quede exiliado, perdido sin rumbo en la inmensidad del mundo, temor a un castigo divino por la traición.

Momento de contacto con el vacío y con la decisión personal de saber que hay dos opciones: saltar o pagar el precio de sentirse frustrado, resentido… infeliz.

Este momento es en el que se necesita más que nunca CONFIAR. Confiar que este mundo es vasto, tiene en si todos los recursos para poder llevar a cabo mi TAREA… y que yo tengo, como ser humano que soy, todos los recursos para poder moverme hacia ello.

En un proceso terapéutico uno va retomando serenidad, templanza y sabiduría para continuar el propio camino de un modo más lúcido, conociendo el sentido verdadero de nuestros objetivos y tomando la fuerza necesaria para nuestra realización.

Una reflexión para las personas que están al lado de quien “despierta”:

Es difícil entender qué esta pasando. Por resonancia, si vivimos en un vínculo cercano a quien está cambiando, también comenzamos a entrar en crisis. Porque algo esta cambiando también para nosotros. Si el cambio no surgió desde nuestro interior, nos desestabiliza y los aspectos inconcientes o inmaduros de nosotros también se hacen notar. Por ello, muchas veces se quiere volver al estado anterior, estar bien sin que nada cambie. Esto es imposible,  porque el proceso ya esta en marcha, y mucho mas doloroso que si llevamos la mirada hacia adentro y vemos que nos pasa a nosotros con el cambio, cuál es la propia dificultad. Esto es una oportunidad de crecer como persona.

En estos momentos es importante recordar que:

“Yo soy yo y tú eres tú.
No estoy en el mundo para colmar tus expectativas,
ni tú estás en el mundo para colmar las mías.
Yo estoy para ser yo mismo y vivir mi vida y
tú estás para ser tú mismo/a y vivir tu vida.
Si nos encontramos será hermoso.
Si no nos encontramos no habrá nada que hacer”

Y en este no hacer, en no forzar que las cosas sean de una manera distinta a la que son es donde el encuentro, si se produce, es hermoso.

Con la confianza de que el encuentro honesto contigo mismo es la puerta de un encuentro pleno con otro y con la vida en su totalidad, te animo a cruzar el umbral.



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