Una hija aprende de su madre el
modelo de lo que es Ser Mujer. Portamos
una herida heredada. Sin embargo, frente al Ser Mujer nos olvidamos del
papel que tiene el padre… en relación con la madre.
Una hija aprende el valor de ser
mujer observando las interacciones que él tiene con su madre… no solo las suyas
propias con su padre. La actitud que tome el padre frente a la madre
determinará en cierta medida la opinión que ella tenga de su condición
femenina.
Es decir, la vivencia de ser
mujer se recibe por ambas partes: de mamá y de papá. De la madre directamente y
del padre a través de cómo se relaciona
con la madre y luego con la hija.
En relación con el padre, la hija
intenta recibir el amor del padre convirtiéndose en lo que él espera de ella (o
todo lo contrario… que no es más que otra manera de sumisión a él).
Un padre puede dar la impresión
que ama a su hija si ella es… fuerte, capaz e independiente, sumisa, dócil y
encantadora, cuando es muy productiva, inteligente, curiosa y un largo etc.… o
dar a entender que su amor depende del singular vínculo que ella tenga con él.
En este último caso cualquier movimiento de libertad será tomado como traición
al vínculo y se correrá el riesgo de perder el amor del padre. Por lo que se
genera un vínculo de dependencia que traerá consecuencias en las relaciones con
los hombres de la vida de la mujer-hija.
En el triángulo relacional
Madre-Padre-Hija la madre es por lo general una mujer que, al llevar su herida
abierta, no puede ocupar su sitio y no se puede contar con ella emocionalmente.
Y sumado al desprecio del padre a la madre (manifestado de formas sutiles como
ponerse siempre él a disposición de su hija, bueno, compañero, sostenedor, no
teniendo buena relación con su mujer, negándola… etc) la hija opta inconscientemente no
ser como su madre. Y esto es un acto de traición a una misma…
Si un padre no está en contacto
con sus propios sentimientos y/o se infantiliza sin poder sostener su propia
frustración, no podrá escuchar los sentimientos de su hija… y se pondrá a la
defensiva… generando distancia y dificultades en el vínculo y en el interior de
cada uno.
La reparación con la madre -y
aquí es importante destacar que en la madurez uno se convierte en su propia
madre, su propia cuidadora- incluye la vivencia de reparación con el padre…
Muchas veces, el vínculo esta tan
viciado que no hay otra manera de hacerlo que no sea a través del rechazo, la
rebelión, la traición o la decepción mutua… hay un momento que es para saltar…
un salto que nos dará la experiencia de reconocer la valía personal en el Ser
que somos… Ser Mujer…
Todas estas mujeres que se han
convertido en lo que el padre espera de ellas y rechazaron implícitamente a su
madre, en la edad adulta, pueden volver a examinar aquellos aspectos que
ignoraron de sí.
Ser mujer como la madre, no
significa llevar su estilo de vida, sus ideas o costumbres, significa
reconciliarse con la naturaleza femenina, con lo esencial de Ser… Mujer.
Reparar es un proceso de
liberación que permite ganar amor a sí
misma e integridad.
Soltando la dependencia emocional
con el padre y mirando amorosamente a la madre diciendo: “Soy Mujer, como tú,
Mamá” se experimenta la plenitud de Ser
y se toma la fuerza necesaria para Realizarse en lo que cada una es y desea.
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