Si uno renuncia a sí mismo, esta renunciando al Amor.
Si el amor sólo fuera sentimiento y emoción pura, quedaríamos inevitablemente a la merced de sus altibajos y fluctuaciones. Sin embargo, los consultorios psicológicos están repletos de mujeres y hombres valientes que rebaten la idea de que el amor es incontrolable y totalmente irracional. El amor completo, el que incluye pasión (eros), amistad (philia) y ternura (ágape), no llega de improviso como un demonio o un ángel que se apodera de nosotros, también existe la voluntad de amar o de no amar.
Y estos tres amores es necesario integrarlos internamente… es necesaria la Unión. Y esta unión no sucede sin nuestro consentimiento y dedicación.
Nuestra cultura ha hecho una apología del amor incondicional: “Hagas lo que hagas te amaré igual” y esto da pie a una gran confusión. Amarte no significa estar a tu lado de cualquier manera y a cualquier precio. Si el amor lo justificara todo estaría por encima de los derechos humanos, la justicia y la ética. Caemos en un todo vale que promueve el sufrimiento y la renuncia al yo.
Si crees que el amor lo justifica todo y que amar es tu principal fuente de realización, el amor se convertirá en una obsesión y no serás capaz de renunciar al afecto o a tu pareja cuando debas hacerlo.
El mito del amor sin límites ha hecho que infinidad de personas establezcan relaciones dañinas e irracionales en las que se promulga el culto al sacrificio. El amor humano tiene límites.
Reconocer que existen ciertos límites afectivos no implica necesariamente dejar de amar, sino aceptar la posibilidad de modificar la relación en un sentido de crecimiento o simplemente alejarse y no estar en el lugar equivocado, aunque duela la decisión.
Los límites implican dolor (y nos defendemos del dolor a través de diversas actitudes a reconocer), y el dolor no necesita explicación para sanar, sólo sostenerlo.
Es mucho más dolorosa la vivencia del vacío de amor propio que el estar sosteniéndonos a nosotros mismos (sostenernos a nosotros mismos es un acto de amor). En ese instante el vacío se llena y el dolor se alivia.
Los límites dan orden interno y permiten un contacto con la realidad de la vida que paradójicamente, nos abre a la experiencia de la verdadera Libertad.
Los límites permiten la libertad, el vínculo, el conocimiento del Yo y del Mí (para pasar luego al Yo y Tú) y el respeto por esa relación. Y no sólo su ausencia enmarca la vivencia del caos interno, sino también una falta de respeto por el entorno físico, humano y cultural.
La dificultad de poner límites esta más relacionada con asuntos propios inconclusos (fundamentalmente relacionados con el padre) que impiden poder “ver la realidad”, a veces frustrante y a veces satisfactoria.
Algo es claro: un organismo inmaduro es dependiente de otro. Observar esto a nivel físico es obvio, pero lo mismo sucede a nivel emocional. Al quedar interrumpido el desarrollo vital y espontáneo, impidiendo la maduración necesaria, quedaremos repetitivamente en situaciones de dependencia. Y la madurez es la experiencia de integrar límites amorosamente (hasta aquí puedo y hasta aquí no).
En los amores enfermizos, cuya norma es la dependencia y la entrega oficial sin miramientos, el desinterés por uno mismo se convierte en imperativo. Toda forma de independencia es sospechosa de egoísmo, mientras el desprendimiento y el altruismo relamido son considerados un acercamiento al cielo y un pasaporte a la salvación.
Por lo tanto el Amor, el amor que sana, no puede ser un amor ciego, sino lo confundiremos. Se trata de un amor siempre disponible hacia los procesos vitales, un amor hacia otro diferente, amor como aceptación del legítimo otro. Para lograr esto es necesario estar en Si Mismo. Sólo estando en nosotros mismos emitimos la señal de que el otro es percibido, aceptado y amado.
Y la entrega al Amor es la entrega a la integridad de sí y el respeto por la integridad del otro. Lo que daña es la idealización sin fronteras.
Un amor justo y placentero que no implique la autodestrucción de la propia esencia, ni que excluya de raíz nuestros proyectos de vida.
Un amor con límites que permita el desarrollo sano y creativo de las personas, el conocimiento adecuado de la realidad que nos rodea y las posibilidades del desarrollo de los recursos para compartir una vida en libertad y respeto por uno mismo y por los demás. Un amarse en libertad y en plenitud.
Manos a la obra!
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