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El Desarrollo del Niño - Etapas


Aqui un artículo de Juan jose Albert sobre el desarrollo del niño, las etapas y las consecuencias de las experiencias vividas.

En cierta ocasión, hace ya algunos años, conversando sobre el desarrollo de los caracteres expresaba mi interés acerca de la conveniencia de cuidar más el desarrollo del carácter de nuestros hijos. Mi interlocutor mantenía la idea de que esta preocupación era irrelevante puesto que necesariamente desarrollarían uno u otro tipo de carácter. Cierto -fue mi respuesta- pero el asunto en el que yo estaba no era tanto favorecer el desarrollo de un tipo u otro de carácter, lo cual, ciertamente, es irrelevante y quizás poco posible, sino facilitar que el desarrollo del carácter, sea cual fuere, ocurra del modo más natural y saludable posible.

Y en ello persisto. Si la motivación de la que partimos generalmente para buscar afanosamente la salud, y algunos el crecimiento personal, es el cese de nuestro sufrimiento y, más adelante, la apertura de la conciencia y, más delante aún, el desarrollo de la espiritualidad como punto culminante en la obtención de Salud, el carácter es, precisamente, el principal obstáculo pero también nuestra principal herramienta. No parece, por tanto, mala idea el cuidarlo desde el principio. Es decir, ayudar a que nuestros hijos desarrollen SU carácter proporcionándoles los apoyos que ELLOS necesitan en cada momento.

Tengo la sensación de que la actitud más común ante el proceso que implica el desarrollo de la salud es algo así como que tenemos que "fabricárnosla", con cierta tendencia a olvidarnos de que la palabra desarrollo se refiere a potenciar algo que ya existe en cada uno, porque si no existiese no podría existir. Es más, de que tenemos que conseguirla en algún sitio donde alguien nos la proporcionará, nos sanará. Nada más errado del blanco.

Es evidentemente cierto que hay determinados lugares donde se propician estos procesos y determinadas personas que ayudan a ello, pero en definitiva sólo se trata de encontrar lo que siempre ha estado en nosotros, en algún rincón oscuro de nuestra consciencia: nuestro propio origen. Si bien lo intuimos, nos resulta bastante desconocido, (y lo desconocido infunde cierto temor), aunque permanentemente se haya mantenido en el mismo sitio, en el núcleo de nuestro propio Ser. Ciertamente vamos a necesitar un guía, pero nadie nos lo va a proporcionar sin nuestro compromiso y esfuerzo personal, y es perdida de tiempo y origen de sufrimiento buscarlo fuera de cada uno de nosotros. Otra cosa es que nos ayuden a hacer el camino exploradores que disponen de mapas porque conocen los territorios. Hacer el Camino depende de cada uno. Esta es la ineludible responsabilidad individual.

El proceso de maduración evolutiva de niño a adulto en nuestras actuales condiciones socioculturales conlleva, en mayor o menor medida, cierto oscurecimiento del contacto con nuestro núcleo espiritual y amoroso, con nuestro ser original, precisamente como consecuencia del inevitable desarrollo del carácter. Buscar la Salud es hacer un viaje de retorno hacía nuestro reencuentro a través del carácter, una acción tan inevitable como heróica que precisa de intención, voluntad y confianza, además de guías conocedores de algunas, excepcionalmente de todas, las etapas del Camino del Viaje.

Cuanto más sano es el desarrollo de nuestro carácter menos nos apartamos de nuestro núcleo amoroso y menos dificultades encontraremos para el camino, siempre y cuando no olvidemos que el carácter, por muy sano que parezca, mientras permanece anclado y condicionado por el inconsciente oscurece y distorsiona las percepciones de nuestra conciencia sobre nosotros mismos y sobre el mundo, precisamente por los puntos que, por no ser conscientes, son ciegos.

Para iniciar el Viaje ayuda saber que la perdida de Confianza en la Vida y en nosotros mismos es la base sobre la que se desarrollan las distorsiones perceptivas sensoriales, emocionales e intelectuales del carácter (o de la neurosis, tanto da), y que éste sólo nos proporciona una fantasía de seguridad con la que suplir la pérdida de confianza. Y ayuda más conocer que la pérdida de confianza además de ser el origen es, también, un artefacto del desarrollo del carácter, una vivencia distorsionada y reactiva a nuestra dolorosa realidad infantil, una fantasía más en definitiva que refuerza neuróticamente la estructura defensiva caracterial. No hay nada que nos atemorice más que las fantasías de abandono, falta de apoyo y soledad, y el carácter viene a tapar estos "agujeros" por los que alguna vez en nuestras vidas tuvimos que pasar y quedamos maltrechos.

Hacer actos de confianza a partir de tener fe en la idea de que la vida es lo suficientemente sólida y segura como para sustentarnos, aunque nuestra percepción distorsionada no nos lo muestre así, es esencial para el Viaje. Ayuda a traspasar el miedo que podemos sentir ante la dolorosa sensación de vacío que queda al disolver las estructuras caracteriales por las que nos sentimos protegidos, a pesar de que, (o precisamente porque), realmente nos están alienando.

Nuestra salud psicoemocional se apoya sobre el Sentimiento Básico de Confianza. Este Sentimiento se desarrolla paralelamente, y en una relación de retroalimentación recíproca, a la maduración somática y psicoemocional del niño durante los primeros años de vida. Favorecer su desarrollo y arraigamiento es favorecer un crecimiento saludable y minimizar la posible, e indudable, distorsión perceptiva del carácter.

Aunque el Sentimiento de Confianza Básico es unívoco, por tanto sólo divisible artificiosamente con fines didácticos, el hecho de que se vaya estructurando a lo largo del desarrollo infantil nos permite considerar varias fases o etapas en su devenir histórico, comunes a todos nosotros. Dichas fases se dan en el tiempo cronológico, pero como éste es diferente al tiempo emocional y al tiempo inconsciente, resulta que éstas fases son activas en nuestra vida adulta en un presente continuo, sea éste consciente o no. Por ello, tener en cuenta éstas etapas, sin que nos distraigamos de su esencia unitaria y unívoca, nos sirve de ayuda para comprender y apoyar en su tránsito al niño y para reparar sus posibles deficiencias en el adulto a partir de su expresión como manifestaciones caracteriales.
  

El primero de estos sentimientos comienza a desarrollarse en la fase preoral, es decir durante los tres primeros meses de edad, cuando el niño sólo se percibe a partir de las sensaciones originadas por las necesidades más básicas y elementales. Si éstas necesidades son adecuada y tiernamente satisfechas, el bebé tiene una percepción sensorial de sí placentera, sin que sufra ninguna interrupción el continuo de atención en sí mismo. Así de desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico de Seguridad en la existencia, el cual quedará interrumpido tan pronto como la atención sensorial del bebé en sí mismo quede interrumpida por sensaciones displacenteras. Su desarrollo deficiente y distorsionado es el punto de anclaje del carácter esquizoide: una autopercepción fragmentada de la existencia de ser.

Seguidamente y sobre el anterior, durante la fase oral que viene a durar hasta el año y medio aproximadamente, se desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico de Seguridad en sí mismo y en el entorno inmediato fundamentalmente propiciado por la función madre. Dicho sentimiento proporciona confianza necesaria para que pueda expresarse cómo se siente, en un entorno (el otro-madre) suficientemente sustentador y seguro, tan facilitador como para que pueda ir adecuando sus impulsos al medio sin necesidad de inhibirlos o distorsionarlos. De este modo se desarrolla sin perder la confianza en que la expresión espontanea de la demanda de satisfacción de sus necesidades y de sus incipientes emociones y sentimientos será bien acogida. Su desarrollo insuficiente será la base para el arraigamiento del carácter oral: una autopercepción carencial y de inseguridad en la autosatisfacción de ser.

Durante la fase siguiente, a la que llamamos fase anal y que dura hasta los dos años y medio aproximadamente, se desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico de Seguridad en la individualización o diferenciación del otro, fundamentalmente del otro-madre, apoyado en el desarrollo suficiente de las capacidades cognitivas que ya le permiten decir NO con intención e introyectar las normas. Mediante el uso de ésta maravillosa y recién adquirida palabra, N0, el niño expresa su sentir: "Yo soy yo y tu eres tu. No soy una prolongación de ti. Cuídame y respétame". Es mucho más que una terca y cabezota oposición, aunque a veces también lo sea. Si se entiende y se cumple su significado real el niño va adquiriendo su propia identidad sin tener que renunciar al contacto consigo mismo, sin tener que evolucionar confundido con la necesidades del otro-madre. Su lesión será la base para el arraigamiento del carácter masoquista: una autopercepción de inseguridad ante la autonomía de ser.

Durante la fase fálica, hasta los tres años y medio más o menos, se desarrolla y arraiga el Sentimiento Básico Seguridad en la socialización, apoyado en el mayor desarrollo de las capacidades musculares para el movimiento en el espacio, en la intensa e incipiente curiosidad y en la puesta en práctica de la necesidad psicoemocional de exploración del entorno próximo y lejano, propio y ajeno, más amplio que el familiar pero con la garantía de que ésta está. El niño espera que la manifestación espontánea de sus necesidades e incipientes deseos sea bien acogida por el entorno social, sin tener necesariamente que cumplir con la imposición de las expectativas del otro-madre, del otro-padre, del otro-colegio..., únicamente las suyas propias dentro de los límites que puede ya ir asumiendo. De esta manera irá explorando paulatinamente la adecuación, el desarrollo y las limitaciones de sus posibilidades y capacidades sociales según sus propios deseos. Su desarrollo condicionado dará lugar al carácter psicopático (nada que ver con psicópata, terminología en desuso): una autopercepción de inseguridad en la expresión de ser en el mundo.

Finalmente, a partir de que las terminaciones nerviosas sensitivas de toda la superficie corporal maduran, el niño puede ir adquiriendo por primera vez la noción de integridad y unidad corporal, y la capacidad para experimentar placer erótico. Esto ocurre a partir de los tres años y medio, aproximadamente, durante la fase evolutiva genital. Este nivel de maduración biológica y psicoemocional posibilita que vaya integrando sus afectos tiernos con su necesidad y deseo de experimentar placer sensorial, y que desee entregarse y ser aceptado tal y como él se siente, íntegramente, sin tener que disociarse del placer para poder expresar el amor. Es el momento de desarrollo y arraigamiento del Sentimiento Básico Seguridad en el compromiso y entrega a sí mismo y, de ahí, de compromiso y entrega al Otro. El desarrollo y arraigamiento disociado de ambos sentimientos, placer y amor, dará lugar a la estructuración de los caracteres rígidos, (el histérico, el pasivo-femenino, el fálico narcisista obsesivo y el fálico narcisista compulsivo, según el modo y manera en que cada uno de ellos encuentra su lugar en la familia y en la sociedad, a lo largo del desarrollo del conflicto edípico): una autopercepción de inseguridad en el ser con otro.

Todas estas fases evolutivas, básicas para el desarrollo sano, no se dan como compartimentos estancos, no se acaba una y comienza la siguiente, sino que se desarrollan a modo de espiral, imbricadas unas en otras hasta que el carácter queda cerrado, durante la fase de latencia, iniciada alrededor de los siete años de edad. Después, el estar en la vida adulta estará condicionado por la compulsión inconsciente a la repetición de las estrategias adquiridas para defendernos del dolor y la angustia originados por la desconfianza surgida de la perdida de contacto con nuestro núcleo de Ser Amoroso, con nuestra Esencia. Encontrar, reconocer y conocer este dolor, y nuestras estrategias de evitación, es doloroso. Pero suprime el sufrimiento y la angustia, y nos hace mejores personas. Todos nos beneficiamos de cualquier proceso individual puesto que la Salud, si bien tiene un inicio individual, es un bien colectivo que impulsa naturalmente, como ocurre con la libertad, a ser compartido para su realización completa.

Juan José Albert
En Memoria de
Juan Albert Cerdá
(1913-2003)
Médico de Cabecera

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