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Ser Terapeuta

“Nos vamos para arriba, nos vamos para abajo,
para buscar al hombre.
En la cima de los cielos o en el fondo de los pozos,
es lo mismo si sabemos «ver».
Nos vamos para arriba, nos vamos para abajo,
para buscar al hombre.”


Letanía Quechua

Como dice Guillermo Borja: “Terapeuta es igual a persona” y para poder convertirme en persona necesito hacer un gran trabajo conmigo misma. Ese trabajo que voy experimentando en mí misma es lo que guía el trabajo con otros y así concibo el camino terapéutico como una meta (y paradójicamente, el camino es la meta): la sanación.

 En palabras de Naranjo, esta sanación se muestra en ciertas actitudes o habilidades como:
  • Restitución del insight
  • Espontaneidad organísmica
  • Autenticidad
  • Autoaceptación
  • Amor
  • Relación con el otro
  • Autonomía
  • Aceptación del dolor
  • Reconocimiento de la “pobreza interior” o “frustración existencial”
De esta manera mi papel como terapeuta es acompañar, estar presente y activa, pero no directiva. Mi objetivo es atravesar el riesgo y tomar conciencia que "pasan cosas cuando no pasa nada".

“El terapeuta seguirá el camino de la experiencia confiando en que algo se desarrollará para luego cerrarse. Será firme y suave en la medida que la sesión lo necesite y sobre todo, como en una especie de gimnasia de la presencia, permanecerá atento al aquí y ahora”.
El Ser terapeuta me exige un nivel de formación teórica y práctica que garantice que conozco y estoy atenta a mis reacciones inconscientes ante los problemas que presenta el paciente. Y esto es un aprendizaje continuo. En Gestalt, ser terapeuta se concibe como un oficio artístico más que como un rol técnico. “Lo importante es la actitud del terapeuta más allá de sus técnicas”. Es decir, que cada terapeuta trabajará con las herramientas técnicas y conceptúales que mejor se adecuen a su personalidad, lo cual incluye tanto a sus recursos como a sus limitaciones.

Según Fritz Perls la tarea fundamental del terapeuta es apoyar lo verdadero y frustrar lo falso-manipulativo y sólo se logra apoyar y confrontar cuando se ha podido tomar conciencia y ser autentico y espontáneo en el propio proceso terapéutico personal en el que se va madurando. Es esta madurez en la experiencia de sí mismo en el mundo que diferencia al paciente del terapeuta. Iguales personas con madurez diferente.
El terapeuta transmitirá su Presencia, su responsabilidad y su Darse Cuenta a través de:
  1. Respetar la enfermedad más que cambiarla. “El cambio ocurre cuando el paciente se convierte en lo que es, no cuando trata de ser lo que no es”
  2. No “ayudar” más de la cuenta. Es decir, no sustituir el auto apoyo por falso apoyo o excesiva ayuda.
  3. Confianza básica en la propia naturaleza, sin manipulaciones a nosotros mismos ni a los demás.
  4. Desprecio por las explicaciones, interpretaciones, justificaciones y la actividad conceptual en general.
En Gestalt ponemos énfasis en que lo importante es la actitud, actitud comprometida basada en la experiencia del aquí y ahora, la responsabilidad y el darse cuenta. Actitud que valora más “la acción que las palabras, la experiencia más que los pensamientos, el proceso vivo de la relación terapéutica y el cambio interno resultante de ella”. Actitud de autenticidad que despenaliza y alienta la expresividad física y emocional.

Esto no es hacer apología de la subjetividad, sino reconocer el tacto y talento que el terapeuta necesita desarrollar en el encuentro para potenciar la curación.

Sigue Borja, en su lenguaje claro y profundo:
Al paciente “Tenemos que escucharlo, escuchándonos. No hay que ver sus imposibilidades, sino nuestra incapacidad de aceptárselas, debido a nuestra ansiedad, pretensión o impulsividad. Queremos que el paciente salga de donde no quiere salir. Nuestra incapacidad de ver eso y de aceptarlo es parte de nuestra enfermedad, no de la suya. Dar libertad. Esperar que la última palabra sea la de él y no la nuestra. Que sus miedos sean sus miedos y sean suyas sus fantasías. Que la resolución de sus conflictos le pertenezca. Todo eso se puede lograr a través de la permisividad, del respeto a sus silencios, a su aburrimiento, a su egoísmo, a su narcisismo, a su invalidez, a su menosprecio, a su vanidad. Tan sólo si le damos cabida a esto, recibiéndolo y aceptándolo sin enjuiciar, estaremos hablando de un tratamiento profundo.

Nuestras pretensiones no son más que impotencia, señales de un ego muy demandante. La seguridad se manifiesta en la confianza. Es, pues, muy importante curar, no como un acto de soberbia, sino, porque reconozco mi camino, mi meta, mi sufrimiento y reconozco el dolor de no haber alcanzado aún el final. El trabajo del terapeuta requiere de mucha humildad. La lucha se da hasta la muerte

…Porque lo que mas cuesta es ser honesto consigo mismo, trazar el mapa de nuestro propio ego y reconocerlo en todas sus facetas, en todas sus manipulaciones, en todos sus mecanismos que produce constantemente para evitar llegar al fondo. Porque llegar al fondo es tocar el dolor. El dolor de no haber sido querido, de ser carente de aquello que no se nos dio, porque no podemos dar aquello que se nos ha negado. Y toda enfermedad es la negación del dolor.”

 El aceptar el dolor y la felicidad que hay detras de él nos da una profundidad de Ser y una experiencia de vida completa e inigualable comparada con la parcialidad de nuestro camino con la armadura puesta.
Y esta es la intención de mi trabajo, día a día, momento a momento.

Con amor, nos encontramos en el camino.

Comentarios

  1. Querida Vero

    La primera vez que te ví fue en tu consulta, yo iba aterrada (además de medicada hasta el punto de no poder conducir), y lo primero que en tí encontré fué el abrazo más fuerte, cariñoso y profundo que nunca antes había sentido, el abrazo de una madre protectora, amorosa, incondicional, el abrazo que yo llamé en aquel momento "el abrazo de la vida".

    Y me sorprendía que siendo mucho más jóven que yo, pudiera sentirme en aquel momento como una hija que finalmente encontraba su lugar.

    Vero, no sólo fuiste mi psicoterapeuta, eres amiga, confidente, compañera, apoyo, pero sobre todo, la chispa que arrancó el motor de mi vida cuando creí que estaba perdida, cuando no quería ver el camino, y cuando no quería hacerme responsable de mi vida. Que distinto es todo hoy.

    Dices que la función del terapeuta no es sacar a la persona de donde no quiere salir, pero créeme, sin tu empujón, sin tus constantes empujones (para que negar la evidencia), yo no hubiera desplegado las alas, ni me habría atrevido a volar sola, y mucho menos a disfrutar del vuelo. Aceptar el dolor de la caída, y que eso no me impida volver a levantarme y seguir volando, o caminando, o lo que surja, en el momento que surja.

    No es fácil. Tu labor no es fácil. Especialmente ahora que me veo y que me acepto como soy.

    Por eso, por tu compañía en los llantos, por tu alegría en las risas, por tu enfrentamiento en las peleas, por tu libertad en los bailes, por mostrarme que debo ser yo la que busque la vida como en el temazcal, por enseñarme otras maneras de "ver", por enfatizar que sólo yo puedo encontrar mis límites y fluir con la vida como se presenta, siendo yo la única responsable de ello, por todo eso, pero especialmente porque sigues en mi pensamiento en el "aquí y ahora" te doy las GRACIAS.

    En el camino estamos, y en el camino nos encontramos.

    Gracias, gracias, gracias.
    Ana

    ResponderEliminar
  2. Hola Vero!
    Vengo siguiendo las huellas de Ana, segura de que encontraría más que un blog un sitio lleno de calidez y me he quedado corta!!
    en verdad que eres un ser que trasmite luz y energía y que alegría me da saber que eres una persona importante para mi gran amiga Ana...
    así que bueno, estaré visitándote constantemente, pues además de compartir la luz de nuestra Ana, tambien compartimos el compromiso por acompañar a las personas que necesiten de una mano amiga en la busqueda de su ser interior y realización!
    un beso!
    Cristina

    ResponderEliminar

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